«En el mundo no hay nada más sumiso y débil que el agua. Sin embargo, para atacar lo que es duro y fuerte nada puede superarla» Lao Tsé

 

AGUA: Flexibilidad, adaptabilidad, fluidez, intimidad, necesidad de vincularse emocionalmente.

El elemento agua es el origen de la vida. El planeta, aunque se llame Tierra es azul y su biosfera, al igual que nosotros mismos, es principalmente agua.

La vida se originó en el agua y encierra la dualidad original. Puede ser vapor o hielo, calma o tempestad, quietud o pleno movimiento, creación o destrucción violenta.

Simboliza también el germen, la semilla, la esencia, la memoria, los ancestros, la familia y herencia del pasado pues genera el estado y la sensación de enraizamiento respecto al elemento Tierra.

La energía del agua se caracteriza por la quietud y por procesos internos, parece en el exterior que hay reposo e inacción, aunque en lo interno se dan sutiles y complejos procesos de renacimiento.

Cuando el agua fluye a la temperatura adecuada busca su camino y se adapta decidida a cualquier terreno y forma decidida y despreocupada. Es como nuestra voluntad nos guía hacia delante en la vida, con perseverancia y confianza.

Nos da la capacidad para adaptarnos a cualquier circunstancia y ciclo de la naturaleza; por eso, en desequilibrio puede hacer que seamos incapaces de relajarnos y dejarnos fluir con la vida. El autoritarismo, la imposición, la inflexibilidad, el miedo a los cambios y la necesidad de control son algunas manifestaciones de desequilibrio del elemento agua.

El miedo puede congelar el agua y bloquear y detener la acción del agua y de la persona. La reflexión puede contener el miedo y transmutarlo a un estado más fluido del agua y dejar de estar atrapados en círculos reiterantes de pensamiento, exiliados en el pasado o anticipando futuros inciertos.

Si transformamos el miedo en atención, saldremos del triángulo vicioso del miedo, lucha o huida y nos sentiremos capaces de afrontar los retos de cada día y haremos fuerte nuestra confianza.