Cuantos seres participan de algo en común, tienden afanosamente a lo que es de su mismo género.
Todo lo terrestre se inclina hacia la tierra, todo lo que es acuoso confluye, de igual modo lo aéreo, hasta el punto de que se necesitan obstáculos y violencia.
El fuego tiende hacia lo alto debido al fuego elemental, y está hasta tal extremo dispuesto a prender con todo fuego de aquí, que toma materia, aunque este bien poco seca, es fácilmente inflamable por el hecho de estar menos mezclada con lo que impide su ignición.
Y consecuentemente, todo lo que participa de la naturaleza intelectiva tiende con afán hacia su semejante de igual manera o incluso más. Porque, cuanto más aventajado es un ser respecto a los demás, tanto más dispuesto se halla a mezclarse y confundirse con su semejante.
Por ejemplo, al punto se descubren entre los seres irracionales enjambres, rebaños, crías recién nacidas, y algo parecido a relaciones amorosas; porque también aquí hay almas, y la trabazón se encuentra más extendida en los seres superiores, cosa que no ocurre ni en las plantas, ni en las piedras, o en los troncos.
Y entre los seres racionales se encuentran constituciones, amistades, familias, reuniones y, en las guerras, alianzas y treguas. Y en los seres todavía superiores, incluso en cierto modo separados, subsiste aun unidad, como entre los astros.
De igual modo, la progresión hacia lo superior puede producir simpatía, incluso en seres distanciados.
Observa, pues, lo que ocurre ahora: únicamente los seres dotados de inteligencia han olvidado ahora el afán y la inclinación mutua, y tan solo aquí no se contemple esa confluencia.
Pero a pesar de sus intentos de huida, son reagrupados, porque prevalece la naturaleza. Y comprenderás lo que digo si estas a la expectativa.
Se encontrará más rápidamente un objeto terrestre sin conexión alguna con un objeto terrestre que un hombre separado de un hombre.